miércoles, 28 de mayo de 2008

Imaginación

Nunca le había preocupado que el día amaneciera gris. Podía cambiarlo con sólo un parpadeo. Tan fácil como cerrar los ojos y notar el brillo del sol molestándole al volver a abrirlos.

En una jungla de asfalto encontraba callejones de flora selvática, densa y exuberante, habitados por animales extintos, que confluían con grises polígonos industriales plagados de fábricas. Las mismas que vomitaban un humo opaco e irrespirable que intoxicaba el aire, haciendo enfermar al mundo.

Veía océanos en pequeños charcos. Profundos y azules. En un día de lluvia era capaz de inventarse el calor, sólo para poder refrescarse en esa laguna mental. Incluso notaba el sol y la brisa embriagadora que le hacía cerrar los ojos y dejar que el sonido de las olas meciera su mente.

Era un viajero, uno muy especial. No conocía París, pero había estado en lugares donde nadie más existía. Tan lejos que no se les ocurriría siquiera buscarle. Playas tropicales y áridos desiertos, al borde de la deshidratación. El suelo, el cielo, el mundo, el cosmos...

Conocía el paraíso y el infierno, incluso sus vidas anteriores y el secreto del Karma. Y nada terminaba siendo como el había pensado. Pequeñas detonaciones hacían volar trozos de su imaginación, que se entrelazaban en el aire atraídos por una fuerza mayor que le arrebataba el control y hacía que sus pensamientos bailasen seducidos por la música de Orfeo, como bestias indomables.

En completo silencio, su mente componía complicadas sinfonías improvisadas, que no eran necesariamente musicales, las palabras construían metáforas y símiles tan poderosos como la más impactante de las imágenes. Poseía la gama de colores más variada y los matices eran incalculables. El podía construir los entornos más idílicos u horrendos según le viniera en gana.

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