lunes, 2 de junio de 2008

Runaway


LLevaba mucho tiempo caminando por ese lóbrego pasillo atunelado. Oscuro, frío, húmedo, desagradable. Tanto mirando hacia adelante, como haciéndolo hacia atrás, tan sólo podía ver a tres o cuatro metros de distancia.

El corredor no tenía el ancho suficiente ni para poder extender los brazos de lado a lado. Ni siquiera estaba seguro de que cupieran dos personas al cruzarse caminando en sentido inverso. Pero eso no importabal, estaba seguro de que nadie caminaría hacia el lugar del que el estaba huyendo.

Porque huía. Lo hacía para alejarse de aquello que le producía un dolor punzante en la mente y en el alma. Mil veces hubiera preferido soportar el daño físico. Porque al menos este último, llegado a un punto, envalentona. Pero no era así. El dolor que iba con él no podía mitigarse con ningún tipo de droga, estaba harto de intentarlo.

El camino estaba siendo largo y duro. El angosto pasillo parecía quiitarle el aire, produciéndole mareos. Más de una vez, la falta de fuerzas provocó que besara el suelo fruto de una caida. Y en esos momentos, pensando en descansar, en abandonarse a un plácido sueño de autocompasión y complacencia, la rabia, la ira y el odio, hacían por él lo único bueno que pueden hacer por un ser humano. Le levantaban del suelo y, con las rodillas aún desholladas, le obligaban a poner un pie detrás de otro para seguir caminando.

No sabía cuanto quedaba para llegar al final, ni siquiera sabía si había salida al otro lado. Pero estaba obligado a intentarlo. Tenía claro que iba a ser una prueba de tesón y, por eso mismo, se habia mentalizado para ello. Pero su mente comenzaba a quebrarse. Su cordura empezaba a tener síntomas de una enfermedad terminal y sus ánimos cada dia se resquebrajaban un poco más, como un espejo roto que alguien se empeña en seguir pisoteando.

Y allí, en mitad del túnel, sólo, triste, hambriento, casi a oscuras, y a punto de congelarse, rompió a llorar. En ese momento deseaba con todas sus fuerzas no ser él mismo, no tener que afrontar esa situación. No tener que apretar los dientes y los puños y levantarse cada vez que caía. Deseaba abandonar.

Pero entonces, para su sorpresa y, evidentemente fruto de la locura que empezaba a aflorar en su persona, vio entre la pequeña lluvia de lágrimas un diminuto arcoiris. La única nota de color en aquel pasillo negro.






"Para ver el arcoiris has de soportar la lluvia...
...Yo siempre torturándome pa' ver si algo me alivia."

Rafael Lechowski.

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