martes, 3 de febrero de 2009

La historia de otro (VI)

Aquel despacho era tan rancio, viejo y apolillado como todos los despachos que albergaban personas semejantes. Había podido leer “Director” en una placa dorada rotulada colocada sobre una puerta de nogal envejecido, al dirigirse hacia ella y agarrarla por el pomo para abrirla.

Dentro de la habitación, un caballero de avanzada de edad que sin duda respondía al indicativo que adornaba la hoja de la puerta. Además, acompañándolo, una señorita con un atractivo que le resultaba difícil obviar. De hecho, no le había pasado inadvertido desde que la conociera:

- Así que has vuelto - dijo ella al sostenerle la mirada, antes incluso de que pudiera sentarse – Jamás creí que fueras a hacerlo. Lo de aquella vez parecía un adiós definitivo.

- Ya sabes, las apariencias son mentirosas…

- ¿Has vuelto para quedarte?

- Bueno – contestó pensativo sin apenas mirarla – supongo que eso es algo que no puedo asegurarte.

El hombre que se encontraba con ellos en la habitación carraspeó haciéndose notar, como dándoles a entender que ya tendrían tiempo de dirimir sus asuntos en otro momento.

- Me han hecho llegar sus referencias -dijo el hombre, mayor en jerarquía – debo decir que su currículo es un tanto peculiar. Pero confío en la recomendación que he recibido.

- Ya veo, supongo que de no ser así, no estaría aquí ahora mismo…

- Bueno, nos gustaría contar con su colaboración para ciertos asuntos puntuales, nada que supusiera su vinculación plena con nosotros.

- Lo imaginaba... Ya sabe cómo ponerse en contacto conmigo. Hágalo cuando tenga una propuesta concreta.

La puerta se cerró tras de sí junto a un leve rechinar de bisagras que acompañó la hoja hasta ésta encajó en el marco al chasquido del pasador. Dentro de la habitación, el hombre de avanzada edad y la mujer, bastante más joven, esperaron prudencialmente hasta dar por seguro que la persona que acababa de abandonar la estancia no volvería a buscar algo olvidado para comenzar a conversar entre ellos:

- No lo tengo claro – dijo el hombre en tono meditabundo – no le he visto muy interesado en el trabajo.

- Para serte sincero, jamás le he visto mostrar interés por nada.

- ¿Crees que aún está en forma?

- Nunca lo ha estado, y creo que nunca lo estará. De hecho, le encuentro aún más decrépito, demacrado y perdido que la última vez que le vi.

El gesto del hombre se tornó en una incrédula desaprobación al analizar esta última respuesta. No entendía muy bien la finalidad la reunión tras conversar sobre el sujeto con su interlocutora:

- Entonces, ¿por qué coño debería contratarle?- bramó iracundo – No somos una puta O.N.G.

La mujer le miró. Parecía sorprendida por el arranque de ira que su jefe había tenido al dirigirse a ella, aunque aparentemente no le importó demasiado. Sonrió de manera zalamera, como quien sabe alguien que el resto desconoce, antes de contestar:

- Porque es un genio. Y eso es algo que no depende del interés que tenga en lo que puedas proponerle…