miércoles, 21 de mayo de 2008

La Haine (escena final)


Tras el sonido de la explosión Vinz se desplomó en el suelo mientras su sangre, y parte de sus sesos, salpicaban la puerta del coche patrulla.

Me encontraba a tan sólo un par de metros. A ese jodido madero se le había ido la mano y la pistola se le había disparado desparramando el contenido de la cabeza de Vincent por el suelo. El cerdo sólo quería asustarle, y ahora era él el que estaba atenazado por el pánico. Ese puto trozo de escoria uniformada se había cagado de miedo...

El hijo de la gran puta acababa de despachar a Vinz y sólo le preocupaban las consecuencias que ese acto de brutalidad pudiera tener para su carrera policial. Y entonices comencé a notarlo...

Mis músculos empezaron a tensarse, se me secó la boca y los ojos se me enrojecieron, llegando incluso a arderme. No era capaz de respirar con normalidad. Notaba como mi presión sanguínea iba en aumento, al igual que mis pulsaciones.

Me resultaba imposible pensar, pero tampoco me hacía falta, algo dentro de mí ya había tomando la decisión, por muy fatal que esta fuese. No existía ni un mínimo espacio para el temor a represalias. Primero Abdel, luego Vinz... el siguiente podría ser Said... o yo. Y en ese momento mi brazo se levantó por la fuerza de un resorte invisible y encañonó con el revólver al puto madero, colocando la boca del arma a tan sólo unos centímetros de su nariz.

En mi cabeza, dos voces, mi conciencia y mi experiencia, intentaban hacerme recapacitar. Ambas sabían que apretar el gatillo sería también mi propia muerte. Con la última fuerza residual aquel hijo de puta me descerrajaría un tiro entre las cejas que pondría fin a mi vida, junto con la suya.

Pero no apretarlo tampoco me proporcionaría la seguridad de salir vivo de aquello. Y aún en caso de hacerlo, sabía lo que vendría después. En ese mismo instante el odio terminó de nublar mi mente por completo y destruyó cualquier rastro de comportamiento racional que en mí pudiera quedar. Porque el odio es una emoción, y estas siempre terminan apoderándose de nosotros, por encima de la cordura.

La sangre me hervía, me encontraba completamente paralizado por la ira y, aunque desde mi lado más racional sabía que no debía disparar, lo hice.


[Pic: Escena final de la película "La Haine" (El Odio) - Dirección y Guión: Mathieu Kassowitz - 1995]

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