jueves, 17 de abril de 2008

Un día más...


Encendió un cigarrillo. Como esperando que la pequeña llama que brotaba del mechero para prender la punta le calentase por entero. Sentado en aquella parada de autobús, con los dedos agarrotados, intentaba evadirse del frío pensando.

No era peor que cualquier otro día del invierno. Día, por decir algo, porque aún estaba lejos de hacer siquiera un leve ademán de amanecer. Como cada mañana esperaba allí, a oscuras, que las luces fluorescentes del 528 apareciesen justo al final de la calle, doblando la esquina, para llevarle a cumplir condena.

Ya ni siquiera se fijaba en lo que había a su alrededor, todo era mecánico, todo era lo mismo. Un algoritmo de comportamiento repetido hasta la saciedad, que resultaba invariable un día tras otro. Si no lo hacía con los ojos cerrados, era sólo para evitar dormirse.

Casi una hora después, ese sobrecogedor silencio se convertiría en el repetitivo martilleo de las máquinas de todas aquellas fábricas, de aquel parque industrial. Parque, sí, pero un parque gris. Como el humo que de él brotaba hacia el cielo, asfixiando su ánimo...

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