miércoles, 25 de febrero de 2015

Invierno en Burgos


- Es maravilloso, míralo. Sorprendente y cautivador. Tan atrayente, tan magnético y agradable. Es el material del que están hechos los sueños.

- Céntrate, tío, sólo es Goretex.


Dimitri Ryznard. Invierno en Burgos

martes, 24 de febrero de 2015

Matemática de la cazuela


Se empeñan en enseñarnos que dos y dos son cuatro cuando lo que tendrían que enseñarnos es que donde comen dos, comen tres.

Dimitri Ryznard. Matemática de la cazuela.

Diálogos




- La culpa fue tuya. Tú decidiste irte.

- Quedarte donde estás, como estás, también es tomar una decisión.



 Dimitri Ryznard. Diálogos.

sábado, 21 de febrero de 2015

Cambio


No estoy esperando un cambio, lo estoy construyendo.

Dimitri Ryznard. Cambio.

viernes, 20 de febrero de 2015

Sobre el reconocimiento [Reflexiones]


Aún no conozco el nombre de un solo sherpa que haya coronado los catorce 'ochomiles'.


Dimitri Ryznard. Sobre el reconocimiento [Reflexiones]

Erial [Cuentos del desastre]


Están arando esta tierra con guadañas y sembrándola de odio.


Dimitri Ryznard. Erial. Cuentos del desastre.

Calendario [Cuentos del desastre]


Mañana será otro hoy.

Dimitri Ryznard. Calendario. Cuentos del desastre.

jueves, 19 de febrero de 2015

Año electoral



Se ve que soy el concejal de juventud de esta necrópolis.

Dimitri Ryznard. Año electoral.

martes, 17 de febrero de 2015

Los valores de un polaco


Escucho a los eternos equidistantes, 
que tanta desazón me producen,
pregonar a los cuatro vientos
que ningún extremo es bueno.
Pues se equivocan, amigos,
porque hay cosas que solo el extremo admiten.
O se es antirracista, o racista indefectiblemente. 
En esto no hay grados, medias tintas, 
ni maldita y cómoda equidistancia. 


Dimitri Ryznard. Intentos de poesía [Fragmento]

Análisis sociodemográfico de la tristeza



Las lágrimas no entienden de barrios. Los motivos del llanto, a veces, sí.


Dimitri Ryznard. Análisis sociodemográfico de la tristeza.

Cuentos del desastre.



- Me duele muchísimo la espalda.

- Aguanta, te están saliendo alas.



Dimitri Ryznard. Cuentos del desastre.


He visto cosas.


Yo he visto a los cobardes romper sus cadenas, vencer a la parálisis, enfrentarse a los poderosos y bravucones cuando han pisoteado a los suyos, cuando ya todo daba igual, cuando no había nada más que perder. Cuando sólo quedaba el amor y la dignidad.

Dimitri Ryznard. He visto cosas.

lunes, 16 de febrero de 2015

El eterno insomne [Fragmento]


Yo quiero dormir y la noche quiere que escriba. Y de momento gana ella.


Dimitri Ryznard. El eterno insomne. [Fragmento]

Lo aparentemente correcto y lo correcto de verdad



Exhiben orgullosos e integrados, en tropel, sus actitudes hipócritas con mucha pompa y solemnidad. Luego se sienten atacados, reaccionando con virulencia por la interna vergüenza, cuando alguien osa llamar por su nombre a su hipocresía.


Dimitri Ryznard.

domingo, 15 de febrero de 2015

Los genios


Odio a los genios impolutos, a los aplicados, a los díscolos, incluso a los genios malditos. Hasta estos últimos tenían una razón de ser, alcanzaron la excelencia. Lo que de verdad me gusta es la apariencia de mediocridad, las personas que cualquier pretencioso, desde su atalaya, catalogaría como grises. Aquellas que, acostumbradas a la chispeante condición de los genios, piensan que no son capaces de sorprender. Y sin embargo lo hacen.

Dimitri Ryznard. Reflexiones

Bloody Valentine


Lo más bonito que tu pareja puede regalarte es una coartada sólida.

Dimitri Ryznard. My bloody Valentine.

domingo, 8 de febrero de 2015

Manifiesto de Danzig. [Fragmento]



Dicen que Einstein dijo que la creatividad es contagiosa. Quizá en último término tuviera razón, pero no creo en la capacidad creativa como una suerte de enfermedad que ataca con virulencia al cerebro humano y va infectando por esporas a los individuos.

La creatividad vive latente en todxs y cada unx de nosotrxs, por lo que no puede contagiarse. Lo que sí se contagia, en cambio, son las ganas de dejarla volar libre al ver los resultados que se obtienen del proceso.

Es por eso que lo que es necesario fomentar es la valentía. El miedo es el peor enemigo de muchas cosas, pero sobre todo de la creatividad. Por eso, siempre tenderé la mano a quien quiera probar y nunca juzgaré a quien de verdad quiera aportar, sumar y expresar libremente lo que le late en el pecho.

Huiré del mal entendido espíritu crítico y prometo denostar y humillar a quienes pretenden hacer escarnio de los débiles, poco experimentados o carentes de talento. Puesto que no todos hemos de tener talento para todo, pero si hemos de tener valor para intentarlo.

Aunque el intento suponga fracasar estrepitosamente, el mero atrevimiento ya merece reconocimiento y apoyo. Porque yo, al menos yo, prefiero hacer el ridículo antes que no hacer nada.


Dimitri Ryznard. El manifiesto de Danzig. [Fragmento]

sábado, 7 de febrero de 2015

Tales of Cracovia.


Mi abuela fue una mujer excepcional. De sencilla excepcionalidad y de excepcional sencillez. De fuertes convicciones. Pocas, pero fuertes. De la convicción de que nada iba bien si no estaban bien los suyos.

De verborrea y sonrisa, por lo poco que recuerdo, todo lo tuvo que llorar en silencio. Con tres hijas, mi madre la mediana, que se pusieron a trabajar con poca más edad de la que ella tenía cuando comenzó. Pobre, hasta el tuétano, mi abuela apenas supo en su vida lo que era un capricho. Un capricho para ella era lo básico, como para sus hijas. El único amor que pudo darles fue el de quemar su cuerpo hasta consumirlo, trabajando, rayando la esclavitud, para mantener un hogar en el que el resto tampoco tenían respiro para recibir cariño. También el trabajo devoraba ese tiempo.

Pero la vida no amargó su alma. Le sisaba sonrisas al viento, como los carteristas roban a los turistas con un simple roce. Era una bruja buena, que terminó desdentada de tanto masticar cristales, pero conservó su libro de hechizos. Ese donde vienen los conjuros de verdad, los de la magia que se atreve donde las matemáticas que gobiernan el dinero se rinden ante imposibles.

No diré que era analfabeta, porque sabía leer y escribir, aunque con dificultad. Y con los números, ya lo dije, se dedicaba a la magia.

Cuando mi hermana era tan pequeña que yo ni siquiera era, pelaba uvas y metía dentro minúsculos trozos de carne, para que comiera. No había otra manera. Y así con todo. Conmigo siempre fue mi abuela. Es lo único que puedo decir que no deje nada por explicar. Mi abuela, sin menos. Nadie puede ni acercarse a eso.

A menudo pienso en ella con enfado. Cuanto mayor soy, más encabronado. Consciente de que es inútil estar furioso con el tiempo, no consigo mitigar este sentimiento. No llegue a poder poner en valor ese carácter excepcional, ni a comprender las miserias que acompañaron su vida y, por ende, la infancia de mi madre.

Quizá mi abuelo fue su peor desastre. Estaba enfermo, sí. Jamás le reprocharé eso. Yo lo estoy. Pero nunca quiso curarse. Ni por él, ni por su familia. y ahora, siendo adulto, es una mezquindad que no sé sí podré perdonarle. Eso y que hasta la muerte fuese injusta a la hora de escoger a quién llevarse primero.

Me arrancaron a mi abuela cuando aún ni sabía lo que eso significaba más allá de por el desgarrador llanto sordo de mi madre. Desde ese día, la leucemia no ha vuelto a tener valor de cruzarse en mi vida. Recuerdo perfectamente la Unidad de Cuidados Intensivos, a la que pude entrar teniendo seis años porque mi madre advirtió amablemente al director del hospital de que yo iba a entrar, de una manera u otra, aunque estuviera prohibido el acceso a niños de mi edad. Ese cristal carcelario que te engrilletaba a la distancia insalvable, que te recordaba que sólo una persona podía acercarse a contemplar la peor visión de su vida. Porque no os dejéis engañar. Ninguna muerte es digna.

Ahora estoy puesto de codeína porque una infección en las muelas me está matando. Mi madre me recuerda como, hace ya mucho tiempo, cuando sólo tenía diez años, tuvo que coger un taxi para llevar a mi abuela, enajenada por el llanto, a las viejas urgencias del Paseo Echegaray. Su madre sufrió durante toda su vida de la boca. Muchísimo. Esos dolores que paralizan y desquician, que te hacen desear golpearte para distraer el sufrimiento o directamente morirte. Padeció tanto tiempo por una sencilla razón, porque no tuvo dinero, vil metal, para arreglarse la dentadura.

Y yo lloro, desconsolado. No por este brutal dolor de muelas que sé que pasará, que no podrá conmigo, porque de mi abuela es mi fuerza. Lloro porque los niños de cinco años odiamos la sexta planta del hospital Miguel Servet de Zaragoza.


Dimitri Ryznard. Tales of Cracovia.

viernes, 6 de febrero de 2015

Próxima parada: La Cardíaca.


Esa raya me atravesó el cráneo con la fuerza de un tiro. Fue un palazo en la nuca. Aún meneando la cabeza me di cuenta de que el cabrón de Juanjo iba tan ciego que no se había molestado en machacarlo hasta abrirlo. El hecho de que fuera speed mezclado con cristal tampoco había ayudado.

No habíamos dormido en cuatro días y ya no sabía ni por donde me soplaba el aire. Noté gotas caer sobre y mano y pensé que la lluvia nos iba a joder la rave, nada más lejos. En una noche sin una sola nube, lo que llovía sobre mi mano era mi propia sangre. Me había tirado la nariz abajo tantas horas seguidas que el tabique dijo basta. Sangrando como un gorrino y mareado me empecé a dar cuenta de que algo no iba bien. No era un ketazo, ni una blanca, ni un golpe de calor, pero algo no iba bien. Ya debía hacer como diez o doce horas que había perdido la noción del tiempo, pero sabía que ni mucho menos se había parado. Lo que se paró fue mi corazón.

Intuí que era un hospital mucho antes de abrir los ojos. Esos sitios son así; el olor es inconfundible. Cuando desperté lo primero que oí fue a un médico que, sin reparar en que había despertado le decía a una enfermera: "Parada cardíaca, cuadro toxicológico agudo con probable adicción subyacente."

Siempre había gente dispuesta a mi alrededor cuando se preveía un buen jaleo. Pero se ve que habían pasado tres días y mi habitación, como mi vida, estaba vacía.

Dimitri Ryznard. Próxima parada: La cardíaca.

Pasaje literario aportado por Dimitri Ryznard para uno de los cortes de Próxima Parada: La Cardíaca. Proyecto musical de Desequilibrio y Último Recurso.